sábado, 2 de enero de 2016

LA GUITARRA FLAMENCA Enrique Fernández Muñoz "QUIQUE PAREDES"


LA GUITARRA FLAMENCA

Enrique Fernández Muñoz


"QUIQUE PAREDES"

ENRIQUE FERNÁNDEZ MUÑOZ, guitarrista de flamenco, más conocido en este mundo de la guitarra con el nombre artístico de QUIQUE PAREDES, nacio en Sevilla en el año 1955, Hijo del ya desaparecido cantaor Enrique Paredes El Andaluz, Quique Paredes vivió el ambiente flamenco en su propia casa y fue discípulo de Antonio Osuna, como Manolo Franco y otros guitarristas sevillanos. Comenzó muy pronto a subirse a los escenarios, sobre todo para tocar en los cuadros de los tablaos.
Logró entrar en los festivales de verano acompañando a los cantaores; se hizo acompañante de Aurora Vargas y llegó a ser de los más contratados en las décadas de los 80 y 90. En esta faceta, la de acompañamiento, alcanzó un gran prestigio le tocó al mismísimo Antonio Mairena, aunque nunca el que merecía, porque era de los mejores en esta difícil faceta. Decimos era porque, como suponemos que sabrán, un terrible accidente automovilístico le obligó a abandonar la guitarra, siendo aún un artista tan joven. Eso no quiere decir que haya dejado de ser guitarrista. A los flamencos les pasa como a los toreros: que nunca dejan de serlo, estén o no en activo. Cuando se ve a Quique Paredes andando por Sevilla, se suele decir: "Ahí va un artista flamenco". ¿O no?
Cuando el gran guitarrista sevillano lanzó al mercado su magnífico disco De maera, lo celebramos por todo lo alto porque era tan flamenco que no se podía aguantar. ¡Qué sonido más limpio y flamenco a la vez! ¡Cómo sonaba su guitarra de Andrés Domínguez! El elepé traía sólo seis piezas, pero parecían 24. Desde la preciosa bulería Ciprés -palo alegre para un árbol triste- hasta la seguiriya Lunares negros, el disco era para escucharlo todos los días. Lo hacíamos, porque el toque de Quique Paredes no es sólo para obsequio de los oídos, sino para regocijo del alma.
Sus composiciones personalísimas, su seguridad en la pulsación, su enorme sentido del compás y unas armonías clásicas de gran frescura, lograron enamorarnos. No sólo la bulería y la seguiriya, citadas unas líneas más atrás: el disco entero es una maravilla. En la bulería, por cierto, canta El Boquerón un poema de Paco Herrera Luque con un duende y un compás increíbles. La granaína (Paseo de los tristes) es una pieza de concierto que puede ser cantada perfectamente, con un trémolo de una sevillanía tal que nos recuerda la pulcritud de Pepe Martínez y la hondura del Niño Ricardo. Los tangos (De maera), son muy personales y de un ritmo vertiginoso.
Es sorprendente cómo a esa velocidad puede asegurar tanto las notas y acordes. Y no tienen desperdicio alguno el zapateado (Callejón del agua), la soleá (Zurraque) y la seguiriya ya citada, Lunares negros. La reedición de este disco es una buena noticia, como lo es la de Aljibe, de Manolo Franco. Sólo nos resta felicitar a Pasarela por la iniciativa y aconsejar que, si pueden, se hagan con De maera, una obra de guitarra flamenca imprescindible para enamorarse del flamenco, de Sevilla y de Quique Paredes, del que todos nos habíamos olvidado un poco.
Recuerdo a Quique Paredes

Un accidente de tráfico obligó al tocaor, del que ahora se reedita su primer disco como solista, a dejar la guitarra
Quique Paredes. Producido por Quique Paredes. Pasarela (orig. 1987)
La afición tiene muy presente la memoria tocaora de Quique Paredes, a pesar del olvido de las instituciones públicas: algunos, como saben, acaban de llegar a este arte; otros no acaban de llegar, esperando en la vía muerta el tren de la Unesco. La reedición por vez primera en CD del debut como solista de Paredes, de 1987, nos sirve para evocar su figura y su toque. Sucedería una segunda entrega en 1993, Amanece el día. Enrique Fernández Muñoz (Sevilla, 1955) es uno de los más importantes guitarristas del panorama flamenco. Hace unos años sufrió un fatal accidente automovilístico, que se ha erigido en la gran espada de Damocles del toque flamenco contemporáneo, que lo mantiene apartado de la escena flamenca a causa de una lesión en un brazo. Acompañó a algunos de los más destacados intérpretes de la escena sevillana, tanto del baile como del cante, desde Farruco a José Menese, registrando discos junto a las voces de Antonio Chacón, Peregil o Paco Taranto entre otros: lo podemos ver secundando por tangos a Remedios Amaya y Aurora Vargas en Flamenco de Carlos Saura. Su guitarra, y la grabación que se reedita es un buen ejemplo, es característico del toque imperante en los años 80: brillante, y con un punto de eufórica melancolía. La obra se abre con unas bulerías en las que destaca la claridad de la composición y la precisión y fuerza de la ejecución. La voz del Boquerón reproduce a la perfección estas características. Una grabación directa, en que la guitarra sólo se dobla al final de la pieza en una serie de variaciones sobre la misma rueda de acordes, recurso muy popular en la época.  En la misma línea estética la granaína morosa, que estira las falsetas a lo largo de siete minutos. Paredes se recrea con sobriedad en cada nota, en cada frase melódica. El esquema de composición es la clásica alternancia de variaciones melódicas, falsetas, y rasgueos tradicionales, lo que es lo mismo que decir Montoya. Desde luego que es el lugar adecuado para que Paredes muestre la firmeza de su trémolo que finaliza en una coda perfecta. Los tangos, airosos, canasteros, dentro de estas mismas características de fuerza y claridad, y de cantables melodías, con el cajón brioso de Joselito Fernández, y con una deliciosa cita, sin acreditar, de la rondeña de Montoya. En el zapateado el tocaor se vuelve a doblar, practicando el arte noble de la polifonía, siempre en forma de variaciones sobre una rueda de acordes. Destaca la última parte de la pieza con una serie de progresiones en tono menor que preceden a la irrupción de los rasgueados clásicos de este tradicional toque de baile.  La gravedad de la soleá queda en Paredes atemperada por la brillantez de su pulsación que dirige siempre su toque a la espectacularidad. Así, al abundante uso del pulgar característico de su estilo, sucede un rasgueo poderoso, sin olvidar recursos más intimistas como el trémolo y otros más abundantes como los ligados o el alzapúa. Una pieza cortada de una vez. El cierre de la grabación va por seguiriyas, que presenta las variaciones más elaboradas y personales, dentro de su sencillez clásica, de este brillante debut.
Juan Vergillos | Actualizado 17.02.2010 - El tocaor acompaña a Manuel de Paula durante un recital.
-El arte de vivir el flamenco
Quique Paredes por Bulerías París 1987
Quique Paredes por Tanguillos
Quique Paredes -Guitarra flamenca-
 Quique Paredes acompañando a María La Burra por Bulerías
Quique Paredes acompañando a Antonio Reyes por Seguiriyas
Quique Paredes por Bulerías

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